Movilizacion Misionera – Porque evangelizar?
“Podría un marinero sentarse ocioso si ha oído el grito del hombre que ha caído al agua?
¿Podría un médico sentarse cómodamente, dejando que su paciente muera sin prestarle ayuda?
¿Podría un bombero sentarse tranquilo, viendo como la gente muere en un incendio y no dar una mano?
¿Puede usted sentarse cómodamente en su Iglesia con un mundo CONDENADO a su alrededor?”
A estas punzantes preguntas de L. Ravenhill, bien podríamos agregar esta otra: ¿Puede una iglesia quedarse tranquila discutiendo si debe o no, hacer Obra Misionera, cuando miles de poblaciones, etnias y tribus indígenas esperan escuchar el evangelio por primera vez, y muchas de ellas todavía ni han oído todavía que Jesucristo vino al mundo para salvarlas?
Una de las razones que me impulsaron a escribir este libro es el haber observado y escuchado a pastores y líderes que se preguntan: “¿Cómo podemos hacer para enviar y sostener más obreros en el campo misionero?” Me da la impresión que, aparentemente, muchos desconocen la existencia y eficacia de algunos medios sencillos que un número considerable de iglesias están usando con excelentes resultados.
Cuando Jesús estuvo ante el desafío de alimentar a la multitud hambrienta, Juan nos dice en su evangelio que “El sabía lo que había que hacer” (Juan 6.6). Hoy, Él continúa “sabiendo” lo que hay que hacer, para enfrentar las necesidades de miles de pueblos y aldeas aun no evangelizadas. Dios es quien ha planeado la evangelización mundial, y es Él quien ha previsto y provisto los recursos para poder cumplir con ese objetivo.
El Dr. Pablo B. Smith en el prólogo de su excelente libro “The Senders” (Los Enviadores) comenta que “Hacer libros puede fácilmente llegar a ser una acción egoísta y carnal. Egoísta, porque generalmente suena como si el autor se jactara diciendo: ’Yo sé como hacerlo, o nadie lo hace como yo. O,
Si usted no lo hace a mi manera no va a funcionar’. Dios no permita – decía él en cuanto a su libro – que este pequeño volumen tenga esa motivación”. ¡Que el nuestro tampoco la tenga!
“Por otro lado – continúa diciendo el mismo autor – cada escritor debería tener algunos credenciales que le den autoridad a lo que escribe” [i].
Personalmente, debo decir que, francamente, mis credenciales son muy limitadas; no soy experto en misiones, ni nada que se le parezca.
Lo que sí puedo manifestar es que, en las cuatro iglesias que hemos tenido el privilegio de pastorear, hemos llevado a cabo un sencillo programa que nos permitió sostener en su totalidad o en parte a varios misioneros, tanto dentro como fuera del país. Aclaro que no se trata de ninguna fórmula mágica ni infalible. Se trató más bien de poner en práctica la convicción de que la iglesia tiene los hombres, las mujeres, los dones y los recursos que se necesitan para completar la evangelización de todas las naciones, y empezar a obedecer las instrucciones que Cristo nos dejó en la Gran Comisión.
Creo sinceramente que si llega el día en que cada iglesia evangélica se decide a poner a Misiones en primer lugar en su lista de prioridades, y sigue algunas de las sugestiones propuestas en este libro, experimentará un cambio profundo. Fluirán entre sus miembros la oración, los obreros, los recursos financieros y todo lo que sea necesario para participar activamente en la tarea que el Señor nos ha encomendado.
Sigamos orando y pidiendo por un genuino avivamiento que restaure no solo el primer amor, con él también la dedicación a la Prioridad N° 1 – puesto que “La Suprema Tarea de la Iglesia es la Evangelización del Mundo”. Y que la mentalidad y la actitud de Aquel que dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y QUE ACABE SU OBRA” se encarne en cada iglesia y en cada uno de los que formamos parte del pueblo de Dios.
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