EL PLAN DIVINO DE SALVACION
Seguramente este plan fue concebido por la Trinidad en la eternidad
pasada. Los preparativos para su ejecución llevaron centenares de
años – desde que Adán pecó hasta que Cristo murió – miles y miles
de corderos y otros animales fueron sacrificado para instruir y mos-
trar el camino diseñado por Dios, y su proceso final se llevó a cabo
en un fin de semana en Jerusalén: viernes, sábado y domingo.
Lucas lo recuerda con sencillez y precisión (24: 46-48):
“fue necesario que el Cristo padeciera y que resucitara
de entre los muertos al tercer día, y que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de peca-
dos en todas las naciones comenzando desde Jerusalén.
Vosotros sois testigos de estas cosas”.
Tomemos nota que aunque se trata de UN plan, se compone de dos
partes muy diferentes.
La primera parte se refiere a Cristo.
El evangelio (o buena noticia) afirma Pablo significa que Cristo fue
muerto por nuestros pecados – conforme a las Escrituras – que fue
sepultado y que resucitó al tercer día. Para esto fue necesario que El
se encarnara, viviera una vida santa e inmaculada, proclamara la
“buena voluntad de Dios” de salvar a los pecadores que se arrepien-
tan y que ofreciera su vida en sacrificio expiatorio derramando su san-
gre. Murió el justo por nosotros los injustos para llevarnos a Dios.
Todo lo que estaba anticipado en el Antiguo Testamento se cumplió
exactamente. Dios el Padre puso su sello de aprobación sobre la obra de su
Hijo, y lo resucitó de los muertos. ¡Hay salvación, perdón y vida eterna
para todo ser humano que busque sinceramente a Dios!
La segunda parte del plan, que forma parte integral del mismo Jesús
dijo que deberían realizarla sus discípulos: “Vosotros sois testigos de
estas cosas”, por lo tanto deberían ir y predicar el arrepentimiento y el perdón de
pecados en todas las naciones comenzando desde Jerusalén. Para esto
los había llamado y entrenado. Había llegado la hora de cumplir
la misión, y todos con la excepción de Judas respondieron en forma excelente,
hasta el punto que se estima que todos murieron como mártires, lejos de Jerusalén.
Como discípulos y como Iglesia, debemos seguir el ejemplo que nos dejaron.
Andres Robert – Pastor, escritor y conferencista, dedicado a promover la Obra misionera mundial. Autor de los Libros “Conciencia Misionera I y II”
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