C O M O V E J E S Ú S A L A S M U L T I T U D E S A C T U A L E S El profeta Isaías dice que “la mano del Señor no se ha acortado para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Isaías 59. 1). Nos preguntamos: ¿Qué pasará con sus ojos? ¿Se habrán nublado de tal modo que no pueda ver como están las multitudes de nuestro tiempo? Sabemos que “Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13. 8). Y que Él no ha cambiado ni su carácter ni su compasión (Malaquías 3. 6). El salmista nos asegura que “sus ojos ven y sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Salmo 11. 4). Entonces ¿qué pensará y que sentirá al observar el estado y la condición espiritual en que se encuentran las numerosas comunidades de nuestro tiempo que se debaten en la violencia, la idolatría y la esclavitud del pecado? Seguramente que tal como se lo dijo a Pablo cuando lo llamó para que formara parte de su Reino y le anticipó el ministerio misionero que quería que cumpliera (Hechos 26. 16-18), el sigue viendo a los seres humanos “enceguecidos” y engañados por el dios de este siglo. Los ve como incapaces de conocer al Dios verdadero, de reconocer su culpabilidad y menos aun de ver la necesidad de confiar en Cristo como su Salvador. Sin duda que los ve descendiendo a la eternidad por el “camino ancho” y equivocado, y anhela que “se conviertan de las tinieblas a la luz”. Las ve esclavizadas por Satanás y desea que sean libertadas por el poder del evangelio. Las ve cargando con el peso de la culpabilidad, y puesto que Él murió por los pecados de todos para que puedan ser perdonados, anhela que se les comunique esa buena noticia. Sí, las ve desheredadas de la vida eterna y quiere compartir con ellas su maravillosa herencia. Él sigue viendo la dura realidad de miles de pueblos, etnias y tribus que suman millones, viven sin esperanza y desconocen el remedio y la solución que Dios ha provisto para sus males. Las desviaciones y las profundidades del mal a las cuales conduce el pecado son imposibles de medir y aun describir. Los misioneros cuentan de: + Muchos budistas que viven con un miedo contínuo a sus ancestros . . . + Millares de hindúes esclavos del temor a sus dioses , procuran aplacar sus sus enojos con cantos, rituales y sacrificios . . . + Otros rinden adoración a los animales sagrados . . . + En casi todas sus religiones domina y prevalece el temor a la muerte . . . + Oran y claman a dioses de madera y de piedra que no oyen y por lo tanto no contestan sus plegarias . . . + Algunos se cortan las carnes y caminan por el fuego para ganar la simpatía de los m malos espíritus, a fin de que no los atormenten . . . + En muchos pueblos, cuando nacen mellizos o gemelos uno de ellos debe morir . . . + En las costas occidentales del África criaturas son dejadas en la playa para que cuando suba la la marea, las lleve como ofrenda a los dioses del mar . . . Es interminable la lista de prácticas basadas en los prejuicios, la ignorancia y las insinuaciones de los espíritus malignos. ¡La condición moral, espiritual y física de miles de pueblos inalcanzados es indescriptible! El Señor los está observando desde el cielo con la misma compasión y dolor que sentía cuando estaba aquí en la tierra. La pregunta que debemos hacernos es ésta: El cuerpo de Cristo, que es la iglesia ¿siente el mismo dolor y preocupación que siente la Cabeza? ¿Cuántas iglesias conocen la desesperante condición de estas miles de comunidades inalcanzadas y están haciendo algo para llegar hasta ellas con el remedio infalible del evangelio de Cristo? El Salvador desea canalizar su amor y compasión a través de su cuerpo, la iglesia. ¿Qué siente el lector, como discípulo de Cristo, al pensar y meditar en este cuadro de la humanidad necesitada que suma multitudes? Autor: Andres Robert Sumate a la obra misionera – Click Aquí Becas para candidatos a misioneros – Click Aqui Libros de Andres Robert – Click Aqui Taller conciencia misionera – Click Aqui Implementar Plan de Crecimiento y Misiones en su iglesia – Click Aqui