MISIONERO CRISTIANO

2 TIMOTEO 2:3-6: 3 Comparte nuestros sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús. 4 Ningún soldado que quiera agradar a su superior se enreda en cuestiones civiles. 5 Así mismo, el atleta no recibe la corona de vencedor si no compite según el reglamento. 6 El labrador que trabaja duro tiene derecho a recibir primero parte de la cosecha.

Para cumplir la misión encomendada por Dios el misionero cristiano puede enfrentar mucho sufrimiento, pero esto no se compara con el honor de saber que nuestro trabajo en la obra del Señor trascenderá por la eternidad y que un día seremos recompensados por EL.

El Apóstol Pablo aconsejando a su hijo espiritual Timoteo, hace la comparación del sufrimiento que conlleva hacer la obra del Señor con lo que padece un soldado, un atleta y un agricultor.

1. EL MISIONERO CRISTIANO NECESITA ENFOCARSE

Por haber participado en la Primera Guerra Mundial, el escritor cristiano C. S. Lewis conocía bien las presiones del servicio militar. En un discurso público, durante la Segunda Guerra Mundial, describió con elocuencia las dificultades que enfrenta un soldado: «Todo lo que atravesamos en cada situación adversa […] se resume en la vida del soldado en servicio activo: enfermedad, amenazas, dolor, muerte, escasez, frío, calor, sed, hambre, falta de un techo, trabajo duro, humillación, injusticia, reglas arbitrarias, exilio, separación de todos los que amas».

Un soldado cuando sale a la batalla debe darlo todo, incluso la vida, debe estar enfocado, concentrado en su misión, debe cumplir las órdenes de sus superiores al pie de la letra y trabajar en cooperación con sus compañeros de batalla.

Los soldados de un país hacen parte de un sector especial del gobierno, son hombres y mujeres rigurosamente adiestrados; separados de la vida común, y especialmente preparados para misiones específicas, que tienen que ver con asuntos de seguridad y rescate de vidas; pueden ser tareas de equipo, o misiones especiales en forma individual.

La labor del misionero cristiano es un llamado al campo de batalla; un llamado especial, muy similar al de un soldado del ejército de un país. El misionero cristiano es un soldado de Cristo especialmente preparado para librar una guerra contra huestes de maldad y rescatar a los cautivos por el diablo.

Por ello, el misionero cristiano debe ser fiel al Señor y a su llamado; debe estar enfocado, no puede distraerse, ni retroceder, porque de hacerlo el pueblo sufrirá grandes daños y muchos correrán peligro de caer como prisioneros del enemigo.

El estar enfocado en la misión implica sufrir por tener que alejarse de cosas, personas, lugares y circunstancias que lo distraen de su servicio al Señor de los Ejércitos.

Así como un soldado militar no puede abandonar el campo de concentración cuando va a enfrentar una batalla difícil, así debe ser el misionero cristiano, debe mantenerse enfocado en su llamado para lograr la victoria y el éxito de su misión.

2. EL MISIONERO CRISTIANO NECESITA SER OBEDIENTE

Para obtener la victoria un atleta necesita tener en cuenta ciertos factores que influyen para el logro de su meta. Uno de ellos es tener una buena relación con su entrenador, seguir sus recomendaciones y cumplir con el reglamento de la competencia en la que participa.

Igualmente necesita de constancia, disciplina, largos entrenamientos, privarse de comer ciertos alimentos y de ciertas actividades que pueden perjudicar su condición física y su desempeño.

1 Corintios 9:25 (NVI): 25 Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre.

Si los atletas se someten a todos estas privaciones por obtener una victoria terrenal y pasajera, cuánto más debe hacerlo el misionero cristiano que está luchando por una causa que trasciende por la eternidad.

Para lograr la victoria en el campo espiritual, el misionero cristiano debe mantener una íntima comunión con Dios a través del estudio y obediencia de su Palabra. En ella se encuentran las instrucciones precisas del maestro de maestros, que garantizan el éxito en la misión de proclamar el evangelio.

El misionero cristiano también debe ser constante en sus disciplinas espirituales como la oración, el ayuno y todo lo que le ayude a crecer en su comunión con Dios, evidenciando una vida de obediencia a su Maestro, que procura agradarle y glorificarle dónde quiera que se encuentre.

3. EL MISIONERO CRISTIANO NECESITA TRABAJAR DURO

El agricultor sabe que para disfrutar del fruto de su cosecha, tiene que preparar bien el terreno, invertir el tiempo para sembrar, abonar, regar, cuidar y esperar el momento adecuado para recogerla.

Todo este proceso necesita esfuerzo, perseverancia, constancia, largas jornadas de trabajo, enfrentarse a las inclemencias del tiempo e incluso a pérdidas económicas.

Pero cuánta es su satisfacción cuando ve que su esfuerzo se ha materializado en un producto que es de beneficio no sólo para él, sino para toda una comunidad.

De igual manera el misionero cristiano tiene la responsabilidad de sembrar la Palabra de Dios, dedicar el tiempo para enseñar de tal manera que las personas entiendan el mensaje; también tiene la responsabilidad de establecer fundamentos sólidos de tal manera que la semilla sembrada eche raíces, crezca firme y produzca frutos.

Para lograr todo esto, el misionero cristiano necesita una íntima comunión con el Espíritu Santo para discernir la fase en la que se encuentra su receptor, entendiendo que en algunas ocasiones Dios pondrá a otros a regar la Palabra sembrada, pero que al final, la cosecha de ese fruto la recogerá el Señor.

1 Corintios 3:6-9 6 Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. 7 Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios, quien es el que hace crecer. 8 El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado según su propio trabajo. 9 En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.

Es por todo esto, que, así como el soldado, el atleta y el agricultor sufren muchas dificultades para lograr su objetivo, de igual manera el misionero cristiano debe sufrir muchas penalidades y pagar un precio muy alto para que la obra de Dios avance.

Pero esto no debe llevar al desánimo y al abandono de la obra, porque por mucho que se sufra, nada es comparable con lo que sufrió Nuestro Señor Jesucristo. El sufrió en nuestro lugar, su sufrimiento nos trajo libertad y salvación.

Desde el mismo momento de su encarnación, cuando siendo Dios, se sometió a limitarse en un cuerpo humano, se expuso al rechazo, las burlas, las injurias, las calumnias.

Sufrió una muerte cruel y despiadada, fue acusado y juzgado injustamente sin el debido proceso, maltratado, herido, vituperado, escupido y tratado como el más vil pecador. Y aunque parezca paradójico el sufrimiento de Jesús hacia parte del plan de Dios para bendecirnos.

ISAIAS 53: 10-12: Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y, como él ofreció[b] su vida en expiación, verá su descendencia y prolongará sus días, y llevará a cabo la voluntad del Señor.11 Después de su sufrimiento, verá la luz[c] y quedará satisfecho;por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos.12 Por lo tanto, le daré un puesto entre los grandes, y repartirá el botín con los fuertes, porque derramó su vida hasta la muerte, y fue contado entre los transgresores. Cargó con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores.

Que bendición tan grande, saber que a pesar del sufrimiento y las dificultades que conlleva el trabajo misionero, estamos contribuyendo para que el sacrificio de Cristo en la Cruz no sea en vano y miles lleguen a conocerle.

Que privilegio saber que EL nos ha delegado para continuar su misión. Por eso, es que debemos mantenernos enfocados, en obediencia, trabajando duro, invirtiendo todo nuestro tiempo, energía, dinero y oraciones en ganar almas para el Señor.

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